domingo, 28 de septiembre de 2008

¡Dejemos a nuestros niños vivir el movimiento!





El movimiento, característica esencial de la vida, acompaña al individuo desde el momento de la concepción, y le da la posibilidad de explorar, relacionarse y experimentar con su medio ambiente para, finalmente, transformarlo y utilizarlo en su propio beneficio.

Se puede definir al movimiento como la capacidad que tiene un cuerpo para variar su posición en relación a un punto fijo. Al hablar de movimiento se piensa en algo que cambia constantemente, que varía, que no permanece estable. El movimiento es vida, pensemos en el momento en el que el óvulo es alcanzado por el espermatozoide, recordemos como el recién nacido dominado por una serie de reflejos permanece en movimiento durante sus horas de vigilia.

La adecuada maduración del sistema nervioso, aunada a una buena estimulación del medio ambiente, permite el adecuado desarrollo motor. Así, después de los tres primeros meses de vida, el bebe logra superponerse a los reflejos primitivos para comenzar a adquirir reacciones tónico posturales, que le permitirán vencer la fuerza de gravedad, lograr la verticalidad postural, el desplazamiento y la bipedestación. Es gracias a la percepción de estímulos, (entrada sensorial), y a la respuesta que da a estos, expresada en el movimiento, que el niño logra relacionarse con el mundo que lo rodea. El movimiento abre sus horizontes, le da la posibilidad de trasladarse, abre su curiosidad y finalmente favorece el aprendizaje.

Esta pequeña reflexión acerca de lo que el movimiento es e implica, nos debe llevar como profesionistas, padres de familia y autoridades educativas, a pensar, a ahondar en lo que ofrecemos hoy a nuestros niños. Nuestro mundo le da cada vez más importancia al intelecto, a la tecnología; los niños están constantemente bombardeados por la televisión, la cibernética, y el acelerado ritmo que la vida moderna nos impone. Son niños que se mueven, sí, pero para correr de un sitio a otro, para llegar a la clase de, a la escuela, a cenar, a dormir… Son niños que se mueven, sí, demasiado, para atenuar la ansiedad, el miedo, la frustración. O por el contrario, nos encontramos con niños torpes, pasivos, apasionados por el televisor o los juegos de video. Pero, ¿dónde quedan los momentos de esparcimiento al aire libre, los momentos de juego motor, en donde se unen el cuerpo y la mente para crear, imaginar, simbolizar? ¿Qué importancia dan las escuelas al desarrollo motor?, ¿Qué espacio damos los padres a nuestros hijos para que vivan el movimiento?

Recordemos que la inteligencia no debe concebirse como algo abstracto que le permite al niño ser el de mejores notas en el salón de clases. La inteligencia se desarrolla gracias a la flexibilidad, que da la posibilidad a la mente, de explorar diferentes opciones para llegar a la solución de problemas, al pensamiento lógico. La verdadera inteligencia nos convierte en seres adaptables, tolerantes, curiosos, y esto empieza en nuestra infancia, en nuestro cuerpo, con el movimiento.

¡Dejemos a nuestros niños vivir el movimiento!


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